domingo, 14 de abril de 2024

¿Vos sabés quién fue Carlos Fuentealba?

El maestro asesinado por la policía por luchar por una educación mejor

Carlos Fuentealba nació en 1966 en Junín de los Andes, Neuquén, y creció en el campo de una familia de clase trabajadora. En 2005 se recibió de docente y comenzó a trabajar como profesor de química en el Centro Provincial de Enseñanza Media (CPEM) Nº 69 del barrio Cuenca XV, donde fue elegido delegado sindical por sus compañeres. 

El 4 de abril de 2007 participó en una manifestación realizada en la ruta 22 por trabajadoras y trabajadores de la educación exigiendo mejoras en las condiciones educativas de su provincia. 

La policía provincial recibió la orden del gobernador Jorge Sobisch de impedir que les trabajadores cortaran la ruta: dispersó con balas de goma, gases lacrimógenos, bombas de pintura y un carro hidrante. Algunos trabajadores se refugiaron en una estación de servicio cercana y otros fueron perseguidos por policías a pesar de haberse retirado de la ruta. Tras una conversación entre dirigentes y policías en la estación de servicio se detuvo la represión y les docentes se retiraron en grupo, a pie y en autos, hacia la ciudad de Senillosa. 

Carlos Fuentealba se encontraba en el asiento trasero de un auto que se retiraba del lugar cuando el policía José Darío Poblete, integrante del Grupo Especial de Operaciones Policiales (GEOP) de la ciudad de Zapala, arrojó una granada de gas que traspasó el vidrio del auto impactando en Carlos, que se encontraba a dos metros de distancia, y disparó una granada de gas lacrimógeno. El cartucho atravesó el vidrio e impactó en la nuca de Carlos, causándole hundimiento de cráneo. Fue sometido a dos operaciones, pero murió al día siguiente. Tenía 40 años, y dos hijas de 10 y 14 años junto a su pareja Sandra. 

A pesar de fuertes y continuas protestas en todo el país que pedían juicio político a Sobisch, la legislatura provincial se mantuvo cerrada durante casi dos meses porque los legisladores del partido oficialista, MPN, no asistieron a las sesiones. Cuando finalmente se reunió la asamblea legislativa y se hizo el pedido de juicio político, fue archivado inmediatamente por el oficialismo. 

El asesino, Poblete, fue procesado por el delito de homicidio calificado. En otra causa, que investiga responsabilidades intelectuales y políticas en niveles superiores, el pedido de indagatoria al exgobernador Sobisch fue rechazado. 

En 2008, el policía Poblete fue condenado a prisión perpetua como responsable de “homicidio calificado, por haber sido cometido por un miembro integrante de las fuerzas policiales abusando de su función, con la agravante de haber sido cometido con violencia mediante el empleo de un arma de fuego, agravado por alevosía, en concurso ideal”. 

La pareja de Carlos, Sandra Rodríguez, junto a distintas organizaciones sociales, solicitó a la Corte Suprema la reapertura de la causa y, en marzo de 2019, el Tribunal Penal de Neuquén declaró culpables a seis de los ocho policías acusados de la represión (Carlos Zalazar, Moisés Soto, Adolfo Soto, Jorge Garrido, Mario Rinzafri y Benito Matus) por “abuso de autoridad” y “abuso de armas”, con condenas de apenas 18 y 16 meses de prisión. 

Actualmente, los responsables intelectuales y políticos, incluidoel exgobernador de Neuquén Jorge Sobisch, permanecen impunes gracias a la complicidad del poder político nacional. Y sus familiares, amigues y compañeres siguen exigiendo justicia completa para Carlos Fuentealba.

El Movimiento Etiopía es una organización creada en 2013 para luchar contra las injusticias del mundo, entre ellas las violencias generadas por la desigual distribución de las riquezas. No solo las económicas, también las culturales: el sistema educativo, con sus burocracias, jerarquías e ideología capitalista es también fuente de numerosas injusticias. 

La fecha del asesinato de Carlos Fuentealba a manos de la represión estatal se convirtió en una de nuestras fechas conmemorativas porque él simboliza a miles de personas que durante décadas lucharon para dignificar la educación pública y gratuita, y para evitar que se convierta en una máquina creadora de trabajadoras y trabajadores pasivos o temerosos. En Etiopía consideramos que la escuela debe ser un espacio comunitario que enseñe a cuidar nuestros derechos, que invite a cuestionar las estructuras sociales y que brinde herramientas para cambiarlas. Exigimos una escuela llena de Educación Sexual Integral, de acompañamiento emocional y de igualdad de oportunidades para cada persona que la habite. 

¡Carlos Fuentealba presente, ahora y siempre, ahora y siempre! 

Movimiento Etiopía (Instagram: @movimientoetiopia / Facebook: Movimiento Etiopía)

miércoles, 14 de diciembre de 2022

¿Vos sabés qué pasó con Anahí Benítez?

¿Vos sabés qué pasó con Anahí Benítez? No olvidemos su nombre.

Anahí era una estudiante del ENAM (Escuela Nacional Antonio Mentruyt), de la localidad de Banfield. Tenía 16 años. El 30 de julio de 2017 le avisó a su mamá que se iría a pasear y nunca más volvió. Su cuerpo sin vida fue encontrado el 4 de agosto de 2017 en la Reserva Natural Santa Catalina.

¿Qué pasó después?

Hubo un detenido inmediato, Marcos Bazán, que vivía a menos de 300 metros de donde fue encontrada Anahí, siendo este hecho la única acusación. Todas las pericias posteriores que se hicieron demostraron que Marcos Bazán no habría tenido relación con el femicidio de Anahí.

Pese a esto, se realizó un juicio lleno de irregularidades que no ofreció justicia para Anahí, juicio que fue reabierto en plena pandemia, a espaldas de toda la sociedad y de los movimientos feministas.

La causa fue cerrada en mayo de 2021 con la condena a prisión perpetua de Marcos Bazán, pero fue anulada en diciembre en 2021 y (recién en junio de 2022) Bazán recuperó la libertad a la espera de un nuevo juicio.

La Comisión Verdad, Justicia y Transparencia por Anahí Benitez exigio al Tribunal Oral en lo Criminal N° 7 de Lomas de Zamora que reabriera la causa, reanudara la investigación y juzgara al principal sospechoso como el autor material del abuso sexual, Marcelo Villalba, cuyo ADN fue encontrado en el cuerpo de Anahí. Además, el celular de ella fue encontrado en manos del hijo de Villalba.

Entonces, ¿Villalba fue condenado? No. Fue declarado inimputable psiquiátricamente y detenido en la unidad psiquiátrica N° 10 de Melchor Romero. Actualmente se sentenció que puede declarar, pero aun así no lo hizo. Pero, ¿por qué el TOC N° 7 de Lomas no quiere que Marcelo Villalba declare?

Mientras la Justicia de Lomas encubre a Villaba y no deja que declare, Marcos Bazán estuvo casi 5 años en prisión.

Todavía no hay Verdad, Justicia ni Transparencia para Anahí. La causa se reabrirá el 1º de marzo de 2023, cuando comience un nuevo juicio contra Villalba y Bazán.

 

El Movimiento Etiopía es una organización creada en 2013 para luchar contra las injusticias del mundo, entre ellas las violencias generadas por el sistema patriarcal y machista en el que vivimos. Reconocer la histórica opresión de hombres sobre mujeres y disidencias sexo-genéricas implica para nosotres trabajar con todas nuestras fuerzas para disminuirlas. Por eso conformamos espacios de género en los que reflexionamos y accionamos para intentarlo.

 

Cuando el femicidio de Anahí Benítez nos atravesó, decidimos que se convirtiera en una de las fechas conmemorativas del movimiento, como representación de los miles de femicidios que no queremos olvidar: solamente en la Argentina, cada 36 horas una mujer es asesinada por un hombre, únicamente por ser mujer.

 

¡Justicia para Anahí Benítez y para todas las mujeres víctimas de femicidios!

 

Movimiento Etiopía
(www.movimientoetiopia.com.ar / Instagram: @movimientoetiopia /
Facebook: Movimiento Etiopía / Mail: movimientoetiopia@hotmail.com)


lunes, 1 de febrero de 2021

¿Vos sabés qué pasó en Cromañón?

• ¿Vos sabés qué pasó en Cromañón?

Por  María Matilde Mangone (familiar) & Débora Vera (sobreviviente) 

Diciembre, tiempo de reencuentro para muches, es para nosotres una herida que se agudiza, dejándonos en carne viva, como aquella noche de 2004 en la que las dentelladas del sistema que nos imponen nos transformó de raíz, llevándose la vida de 194 personas y dejando miles de sobrevivientes. Pero la memoria de Cromañón está presente siempre. Desde el primer momento, cuando gritábamos que a los pibes “los mató esa maldita corrupción”, entendimos que lo que el sistema nos vomitaba era su desprecio por la vida, especialmente las de las clases y sectores más vulnerables.
 
Corrupción no es una palabra hueca en el caso de Cromañón: el 30 de diciembre de 2004 estaba encarnada en los inspectores del Gobierno de la Ciudad, cuyo jefe era Aníbal Ibarra, que por unos pesos hacían la vista gorda a las terribles violaciones de todas las normas de seguridad, del mismo modo que los policías de la comisaría 7ª y los bomberos de la Ciudad. Si esas normativas se hubieran cumplido, el boliche de Once, propiedad de Rafael Levy y regenteado por Omar Chabán, nunca hubiese funcionado.
 
La cadena de corrupción continuó después con el Poder Judicial, que amparó a Ibarra a tal punto que jamás lo citó, ni siquiera para declarar. El entramado político y empresarial, en el que la ganancia material está por sobre las vidas humanas, fue coronado por los jueces que garantizaron la impunidad. Los medios masivos de comunicación fueron los encargados de construir a los culpables (Callejeros y la bengala), ocultando así la verdadera causa: la corrupción de un sistema podrido que mata en su ambición asesina.
 
Cromañón se repite una y otra vez, aunque muchas personas no se den cuenta. Como sucedió en 2018, cuando una explosión en la Escuela Nº 49 de Moreno nos arrebató la vida de Sandra y Rubén, trabajadores de la educación. La semejanza con Cromañón salta a la vista: la desidia del poder político, la gobernadora María Eugenia Vidal, del intendente de Moreno y sus consejeros escolares, que se llenaron los bolsillos robando a la educación pública los recursos que debía recibir para que fuera un espacio seguro, en el que nadie muera por ir a trabajar o estudiar. Así las escuelas se convierten, como los hospitales, los trenes, las fábricas, en Cromañones en potencia.
 
Pero en determinados momentos surge la rabia colectiva, que interpela y escracha a políticos, empresarios y jueces que encarnan con sus actos la lógica Cromañón. Y entonces, para contener la bronca, los corruptos salen de cacería. Y la policía, perros obedientes de los amos, recurre a las acciones más violentas para el armado de causas penales, inventando culpables y construyendo enemigos internos, como en el caso de la persecución a los pueblos originarios, o a través del gatillo fácil.
 
Aun así, no hay que caer en la idea nefasta de que no se puede hacer nada. Hay que combatir, crear una memoria colectiva y activa, una historia de nuestra clase y nuestras luchas, como nos enseñó Osvaldo Bayer. Por eso recordamos a Mariana Márquez. Ella, mamá de Liz, de pie en la Legislatura porteña le gritó “cadáver político” a Ibarra y su voz representó la de muches familiares de víctimas y sobrevivientes. A Mariana se la llevó “el cáncer de la impunidad”, como ella misma lo definió, pero nos marcó el camino.
 
Por eso, hoy y siempre, recordamos a Cromañón como metáfora del capitalismo, de su ambición asesina que se expresa en la muerte de trabajadores, inmigrantes, mujeres, disidencias de género, niñes, viejes y de quienes se opongan a esta lógica exterminadora y propongan otra realidad, otro mundo. La lucha, la movilización, es la única salida para que dejemos de vivir en el Mundo Cromañón. ¡Les pibes de Cromañón, presentes, ahora y siempre!
 
• Por Movimiento Etiopía
 
El 30 de diciembre de 2004, una parte del mundo que se llama Argentina se sacudió de madrugada porque 194 personas inocentes murieron de una manera aberrante y cruel. No murieron porque se prendió fuego un boliche en el que estaban viendo un recital: murieron porque existe un sistema perverso que nos tortura desde que somos chiquitas y chiquitos, porque existe una clase dominante, opresora, un 1% de multimillonarios dueños de bancos, empresas multinacionales, edificios inmensos, medios de comunicación, ejércitos, y dueños también de funcionarios, inspectores y policías que por billetes, por sucios billetes de mierda, fueron y son capaces de firmar papeles que digan que sí, que todo vale, que se hagan recitales ilegales, que funcionen los trenes, que abran las escuelas, aunque los recitales terminen siendo un infierno de fuego, aunque los trenes terminen chocando, aunque las cocinas de las escuelas exploten y maten a trabajadoras y trabajadores, a personas inocentes que somos ese 99% oprimido y angustiado que se tiene que despertar ya mismo para que no haya más Cromañones que nos duelan para siempre.
 
No todes les que formamos parte del Movimiento Etiopía somos sobrevivientes, o familiares de personas que murieron por culpa del afán de empresarios asesinos y la corrupción de funcionarios criminales. Pero todes somos amigues de las víctimas de Cromañón. Porque las víctimas de Cromañón no fueron solamente esas 194 personas que ya no pueden cantar. Las víctimas de Cromañón son también quienes las extrañan. Y en el Movimiento Etiopía somos amigues de todas las personas que luchan por sostener la memoria de quienes ya no están, que exigen justicias que todavía no llegan, que se abrazan unas a otras y gritan en cada rincón para que no haya más crímenes sociales, más falsos “accidentes” que son en realidad muestras de que nuestra mamá, nuestro primo, nuestres amigues no les importan un cuerno a los que crearon las reglas de este mundo repleto de inequidad. Cromañón es cada injusticia que sufrimos cada día sin saber cómo revelarnos ante niñas y niños con hambre, policías que obligan a adolescentes a robar para ellos, mujeres violentadas en cada uno de los lugares que habitan. Cromañón es la muestra de que solamente vamos a evitar más cromañones cuando nos juntemos en serio, organizadamente, en la asamblea más grande del mundo, para arrancarle a ese 1% genocida las ganas de seguir matándonos todos los días.


sábado, 1 de agosto de 2020

Historias dentro de historias


 
Historias dentro de historias es la 16ª publicación de Etiopía Cultura Libre. ¿Qué es Etiopía Cultura Libre? Bueno, es también una historia dentro de otra historia.

Primero hay que hablar del Movimiento Etiopía, que nació en 2013. Es una organización autogestiva (sin vínculos con partidos políticos o instituciones religiosas) y horizontal (sin líderes, decidimos todo entre todes) en la que consideramos que ya hay organizaciones geniales. Entonces no hace falta crear nuevas, sino colaborar con las que existen: comedores y espacios culturales comunitarios, bibliotecas y bachilleratos populares, medios de comunicación independientes, acompañamiento a personas en situación de calle, agrupaciones feministas, organizaciones medioambientales, ferias gratuitas, espacios que denuncian casos de gatillo fácil y crímenes sociales... 

Cuando buscamos una editorial que luchara por publicar lo que escribiera cualquier persona y regalarlo (¿qué difícil, no?), no la encontramos, entonces creamos Etiopía Cultura Libre, en la que entre todes construimos publicaciones que se reparten gratuitamente en las actividades en las que Etiopía participa y en etiopiaculturalibre.blogspot.com. La que tenés en las manos es una de esas publicaciones.

Si querés sumarte al Movimiento Etiopía o a Etiopía Cultura Libre, escribinos por Facebook, Instagram o Twitter (buscá “Movimiento Etiopía” y aparecemos) o por mail: movimientoetiopia@hotmail.com

• ¿Quiénes construyeron esta publicación?

A Patricia Rodolfo, que escribió uno de los textos, nunca le gustaron los apodos. Siempre llama a las personas por su nombre. Si le ponían un apodo, ¡la que se armaba!, inmediatamente corregía: “Mi nombre es Patricia”. Hasta que un día alguien le dijo “Pato” y no le molestó. Claro: tiempo después se convirtió en su mejor amigo.

Martín Estévez diseñó esta publicación aunque no sabe nada de diseño. No es raro: le encanta hacer cosas que no sabe hacer. Es el compañero que ante cualquier problema que surge, inventa una nueva regla para cumplir, hasta que son tantas que no las recordamos. No tiene apodo fijo: estamos esperando que Patricia le invente uno.

Josefina Cabrera (le decimos Jóse con acento en la O aunque a la RAE no le guste) fue parte de Etiopía en 2016, y de 2018 hasta ahora. Nadie se animó a preguntarle qué pasó en 2017, pero ya lo descubrimos: se encerró durante un año a leer un total de 3.714 libros, que cuenta en talleres de literatura, en escuelas secundarias, en cumpleaños familiares, en paradas de colectivo y también en estas páginas.

Diego Borello escribió el último texto, en el que lamentablemente no cuenta que tiene el record de días consecutivos en actividades comunitarias (¡12!), que anduvo en camello, ni que es una especie de biólogo filosófico con guitarra, o guitarrista biológico con filosofía, o filósofo guitarrero biologicista. Cuando decida qué es exactamente, decidiremos su apodo.


El Heptamerón (1558), de Margarita de Navarra (1492-1549)

Por Josefina Cabrera

La estrategia literaria de la narración enmarcada (insertar historias dentro de historias) ha sido muy utilizada en la literatura, desde la Antigüedad hasta nuestros días, en grandes novelas y en textos breves. La Odisea, la Metamorfosis de Ovidio y Las mil y una noches son algunos de los textos más conocidos que utilizan este recurso, junto con El Decamerón de Boccaccio (siglo XIV). En este último, un grupo de diez jóvenes de la alta sociedad (tres hombres y siete mujeres) se pone a salvo de la peste bubónica en un lugar hermosísimo y, para pasar el tiempo, cuentan distintas historias en el transcurso de diez días.

En el siglo XVI, siguiendo el modelo de El Decamerón, Margarita de Valois y Angulema (reina de Navarra) escribe el Heptamerón (siete días). Para esta autora, los personajes femeninos de Boccaccio resultaban ofensivos; pensaba que, si los hombres, como Bocaccio con El Decamerón, escribían historias que ponían en ridículo a las mujeres, alguien debía escribir historias en las que se pusiera en ridículo a los hombres.

En la obra de Margarita, publicada por vez primera nueve años después de la muerte de la autora, un grupo de nobles cuenta historias mientras esperan que pase una gran tormenta. Como en El Decamerón, la mayoría de los relatos son de tipo amoroso. Destaco la narración V, en la que hay una fuerte crítica a los franciscanos: “Los franciscanos que querían violar a una batelera”.

En esta narración, un grupo de monjes está decidido a mantener relaciones sexuales con una batelera (mujer que conduce un batel, embarcación más pequeña que un bote): “Pero ellos no quisieron admitir la vergüenza del rechazo de la mujer y decidieron tomarla por la fuerza o, si se negaba, la tirarían al rio”. La batelera engaña a los franciscanos y logra escapar. Desde lejos, les grita: “Esperad, señores, que os consuele el ángel del Señor, que de mí no vais a obtener nada”. Cuando los hombres del pueblo se enteran del intento de violación, deciden cazar a los franciscanos. Comentan, indignados: “Estos buenos padres nos predican la castidad y después se la arrebatan a nuestras mujeres. Son sepulcros blanqueados por fuera pero están podridos por dentro”.

¿Cómo termina la historia? Los frailes fueron cazados, pero llegó su superior a liberarlos asegurando que recibirían un duro castigo: repetir muchas oraciones.  A un juez le pareció razonable y los frailes fueron encomendados a Dios Padre todopoderoso.

Esta y otras narraciones de El Heptamerón están disponibles en: 

Recordando a Buenojito

Por Patricia Rodolfo

De pequeña iba todos los veranos a visitar a mi prima May. Ella era cinco años menor, tenía muchos libros de cuentos y le gustaba mucho que se los leyera. No solo los leíamos: también copiábamos sus dibujos. Recuerdo que mi tía nos daba los papeles que venían en las cajas de los zapatos y allí nosotras realizábamos nuestras obras de arte.

Había un cuento en particular que le gustaba mucho. Se lo leí tantas veces que me lo aprendí de memoria y hasta podría describir qué dibujo había en cada página. Hoy quiero compartirlo con ustedes. Quizás algune ya lo conozca. Y a quien nunca lo leyó, espero que le guste tanto como a nosotras.

Buenojito y sus pestañas

Este duende Buenojito
tiene al pie de la montaña
una casa de hojas secas
con techo de telaraña.

Usa el duende una chaqueta
y un sombrerito rojo
y además largas pestañas
milagrosas en sus ojos.

Sube y baja, baja y sube
Buenojito sus pestañas
y así limpia el rocío
de su rosa tempranito.

Una noche en la casita
de aquel duende se metió
un ladrón, que horror de horrores
sus pestañas le robó.

El duende y la mariposa
preguntan por el ladrón,
no saben nada las flores,
ni el conejo, ni el ratón.

¿Y qué fue de aquella rosa?
La rosa se resfrió,
pero dijo que al bandido
¡atchís! ella si lo vio.

Las robó la niña fea
y a sus ojos la prendió.
Pronto entonces Buenojito
a buscarlas disparó.

Vive allí la niña fea,
en la altísima montaña,
sal afuera, picarona,
dame pronto mis pestañas.

Salió pues la niña fea
y se las devolvió llorando
con ellas no soy tan fea
y a mí que me gustan tanto.

Sube y baja, baja y sube
Buenojito sus pestañas
y así convirtió a la niña
en hada de la montaña.


• Historias en clave femenina

Por Josefina Cabrera

En su libro La ciudad de las Damas (1405), Christine de Pizan (1364- c. 1430), la primera escritora profesional identificada, nos presenta las historias, en clave femenina, de más de cien mujeres reales y ficticias: las Amazonas, María Magdalena, Lavinia, Safo, Blanca de Castilla, Jantipa, Ceres, Medea, Hero, Dido, Catalina de Alejandría, Margarita de Antioquía y muchas otras.

En pocas palabras, la obra trata sobre la construcción de una ciudad ficticia, ideal, alegórica dirigida por Razón, Rectitud y Justicia y habitada sólo por mujeres. Todas estas historias insertadas, las biografías de distintas “damas” mitológicas e históricas, funcionan como ejemplos que refutan prejuicios y argumentos misóginos que imperaban en la época.

Por su participación activa en la defensa de las capacidades intelectuales de las mujeres, se considera a la autora como “una de las primeras feministas”, “protofeminista” o “precursora del feminismo occidental”.

Fragmento de “De Timareta la pintora, de Irene, otra pintora, y de Marcia la Romana”:

“Estarás convencida, al menos así lo espero, de que las mujeres pueden aprender e inventar ciencias puras. Tienen la misma facilidad para formarse en las artes manuales y ejecutarlas hábilmente. Tenemos el ejemplo con Timareta, cuyo talento en el arte y la técnica de la pintura hizo de ella la pintora más grande de su tiempo. Boccaccio cuenta que era hija del pintor Micón y que nació en la época de la Olimpiada que hacía el número noventa. Se llamaba ‘Olimpiada’ a la fiesta donde se celebraban juegos a cuyos vencedores se les concedía lo que pidieran, dentro de lo razonable. Fundadas por Hércules, en honor de Júpiter, tenían lugar cada seis años. La celebración de la primera Olimpiada marca para los griegos el principio de su era histórica; como el nacimiento de Cristo para los cristianos.

Timareta abandonó todas las ocupaciones comunes a las mujeres y se dedicó con gran ingenio al arte de su padre. Durante el reinado de Aquelaos de Macedonia, alcanzó tanta fama que los efesios, que adoraban a Diana, le rogaron que pintara una tabla con la efigie de la diosa. Esa imagen es una verdadera obra maestra y da la medida del genio de Timareta. Sobrevivió largo tiempo como objeto de veneración y sólo se exponía en la fiesta solemne de la diosa.

Otra mujer griega, llamada Irene, alcanzó gran maestría en el arte de pintar, sobrepasando a los artistas de su tiempo. Era discípula del pintor Cratevas, pero ella, con sus excepcionales dotes y aplicación, logró pronto superar a tan consumado maestro.

Sus coetáneos la tenían por una mujer prodigiosa, hasta el punto de hacerle una estatua que la representaba pintando, según costumbre de los antiguos de rendir homenaje a quienes destacaban en algún campo -el saber, la fuerza, la belleza o algún talento- y de perpetuar su memoria colocando su estatua lugares de honor”.



• Un consejo literario

Por Diego Borello

No pierdas el tiempo pensando, viví, hacé.

Esas fueron las palabras que me sacaron de un recurrente lapso, palabras de una persona recién conocida, pero que pareció entender, por una breve charla anterior, mis pensamientos. “Te voy a contar algo que leí hace rato”, me dijo. Creo que el título era Los rayos de la luna o algo así (*).

El cuento hablaba de un hombre al que le gustaba mucho la soledad. Se la pasaba pensando, imaginando cosas, formas, hadas, mujeres misteriosas (supongo que se aburría del mundo), cosas que no podía entender. Él soñaba, soñaba el amor, pero no podía sentirlo. Amaba un poco a todas las mujeres por sus labios, por su pelo, por sus ojos. Pensaba, soñaba, a veces se pasaba la noche mirando la luna, imaginando que mujeres hermosas podrían vivir sobre ella si es que eso era posible, y se preguntaba cómo sería su amor, o si quizás estaba un poco loco.

Una noche de verano, templada, llena de perfumes y de rumores apacibles, y con una luna blanca y serena, en mitad de un cielo azul, luminoso y transparente, este hombre salió a caminar movido por sus arranques de poesía o locura. Atravesando un puente cruzó un río y cerca de la medianoche, cuando la luna, que se había ido remontando lentamente, estaba ya en lo más alto del cielo, entró en un oscuro bosquecito de álamos que conducía a la margen del río. El hombre, de golpe, soltó un grito leve y ahogado, mezcla extraña de sorpresa, de temor y de alegría. En el fondo del bosque oscuro había visto agitarse una cosa blanca que flotó un momento y desapareció en la oscuridad. La orla del traje de una mujer, de una mujer que había cruzado el sendero y se ocultaba entre el follaje, en el mismo instante en que él entraba por entre los árboles.

“¡Una mujer desconocida!... ¡En este sitio! ¡A estas horas! Esa, esa es la mujer que yo busco”, exclamó el hombre y corrió a buscarla.

Llegó al punto en que había visto perderse entre la espesura de las ramas a la mujer misteriosa. Había desaparecido. ¿Por dónde? Allá lejos, muy lejos, creyó divisar por entre los cruzados troncos de los árboles como una claridad o una forma blanca que se movía.

“¡Es ella, es ella, que lleva alas en los pies y escapa como una sombra!”, dijo, y se precipitó en su búsqueda, separando con las manos las redes de hiedra que se extendían de unos en otros álamos. Llegó por entre la maleza y las plantas hasta un claro que iluminaba la claridad del cielo. ¡Nadie! “¡Ah, acá va!” exclamó. Escucho sus pisadas sobre las hojas secas, y el crujido de su traje que arrastra por el suelo y roza en los arbustos; corría y corría como un loco y no la veía. “Pero siguen sonando sus pisadas —murmuró otra vez— creo que habló; no hay duda. El viento que suspira entre las ramas; las hojas, que parece que rezan en voz baja, no me dejan escuchar bien; pero no hay duda”. Y volvió a correr, unas veces creyendo verla, otras pensando oírla.

Así continuó por horas, escuchando con atención los ruidos, entendiéndolos como indicios para seguir la búsqueda, los persiguió, abandonó el bosque, llegó a la ciudad e incluso espero durante horas en la puerta de una casa pensando que allí vivía la misteriosa mujer, pero no fue esto cierto.

Partió nuevamente en su búsqueda, recorriendo la ciudad sin sentido, noche y día. Hasta que, ya desesperado, luego de dos meses, volvió al bosque a buscarla. Mientras caminaba, imaginaba cómo sería esta mujer, embelleciéndola en su fantasía cada vez más, como si ella fuera su complemento en todos los aspectos. De golpe, le parece verla. Corre y corre feliz y desesperado, corre en su busca, llega al sitio en donde la vio desaparecer; pero al llegar se detiene, fija los espantados ojos en el suelo, permanece un rato inmóvil; un ligero temblor nervioso agita su cuerpo, un temblor.

Aquella cosa blanca, ligera, flotante, había vuelto a brillar ante sus ojos, pero había brillado a sus pies un instante, no más que un instante.

Era un rayo de luna, un rayo de luna que penetraba a intervalos por entre la verde bóveda de los árboles cuando el viento movía sus ramas.

“¡No! ¡No! —exclamó el hombre, mucho tiempo después, cuando amigos y familiares lo querían consolar—. No quiero nada... salir, distraerme... mujeres... glorias... felicidad... mentiras todo, fantasmas que formamos en nuestra imaginación y vestimos a nuestro antojo, y los amamos y corremos a buscarlos, ¿para qué?, ¿para qué?, para encontrar un rayo de luna”.

“Creo que con el final de la historia te queda claro a lo que voy, ¿no?: no hay que amargarse por lo que fue o será, hay que tratar de no desesperar—continuó—.No hay nada que nos asegure tranquilidad, amor o felicidad; dejá de pensarlo porque te vas amargar”.

(*) El cuento es El rayo de luna, de Gustavo Adolfo Bécquer.

sábado, 9 de mayo de 2020

Y vos... ¿qué sentís?

Tilcara (texto de Diego Borello)

Entre ajenos y propios, nuevos conocidos, viejos extraños. Con nuevas ideas, regadas por el Sol y la emoción del nuevo pueblo, alimentadas por el imponente marco oscuro de la quebrada y sus cerros. Así camino: conociendo, creciendo, queriendo, pidiendo(me) cambiar.

Me envuelven o abrazan, no logro discernir, brazos verdes de molle y cardón con fuerza de piedra, pero con la calidez que da de matices el color.Me piden que abandone por unos días el mal sentir y, acompañándome, una voz cristalina parece decir: “Para lograr nacer al nuevo ser soltá un rato al mundo, al dolor, al miedo y al amor’’.

Por el sendero voy, mientras todo comienza a apagarse con la caída del Sol.


Ustedes (texto de Diego Borello)

Un extremo y otro: naturaleza y ocio contra cemento, dolor y odio. Conocer, mano a mano con el padecer.

Hoy toca desandar, recorrer, volver para pelear, para armar y desarmar, para ser, para terminar lo que empecé.

Ahora mismo pienso: ¿vale la pena volver ? Y nace un claro pensamiento, un principio de respuesta.

Pienso en volver a pelear por ustedes, con ustedes, como me enseñaron, para desarmar y armar algo mejor, para ser, todavía no sé bien cómo, pero ser con ustedes. Porque parte de lo que soy se los debo. Las cosas que empecé fueron guiadas y motivadas por sus memorias, historias y consejos, por su amistad, sus costados oscuros y complejos. Ustedes, personas que tanto quiero, por ustedes vale la pena sufrir, sentir, llorar, por ustedes es por lo único que puedo reír. Por ustedes vuelvo.


El miedo (texto de Patricia Rodolfo)

Todes (pequeñes, jóvenes, adultes, adultes mayores, todes) en algún momento sentimos miedo. Yo, en este mismo momento, siento miedo.

Acabo de leer un texto de Pablo Neruda y no quiero morirme lentamente por no haber cambiado mis hábitos, por no vestirme con colores nuevos, por no ir detrás de mis sueños, por no viajar, por no escuchar música, tengo miedo de morirme lentamente por no haberme arriesgado.

Todes sentimos miedo a que nos dejen solos, a la oscuridad, a los monstruos que están debajo de la cama, a caernos cuando aprendemos a andar en bicicleta, a que nos vaya mal en un examen, a no pasar de año, a que el chique que nos gusta ni siquiera nos mire, a no conseguir trabajo, a perder el trabajo, a no ser capaces de formar una familia, a no mantener unida a la familia, a equivocarnos, a fracasar. Son tantos los miedos que enfrentamos en nuestras vidas que sería imposible enumerarlos.

Si quedamos embarazadas, ni les cuento. Necesitaría hojas y hojas para escribir los miedos que sentimos: a que no nazca, no tenga dos ojitos, nariz, boca, dos brazos, dos piernas, diez deditos, ¡por favor contale los deditos cuando nazca!, y así miles. Creo que las mamás nunca dejamos de sentir miedo por nuestres hijes sin importar la edad que tengan. Supongo que a los papás les pasará algo parecido. Pero hay miedos y miedos.

Un día te llaman por teléfono y el peor de los miedos, el que esperabas que nunca se hiciera realidad, te alcanza: tu hermano tuvo un accidente. Ya no va a pasar a visitarte por el trabajo, no se va a casar al día siguiente y todos los planes que habían hecho se desvanecen. En ese momento, cuando el dolor no te deja respirar, tu vida cambia para siempre.

Después de eso, ¿cómo seguir viviendo sin tener miedo por todas las personas que querés? Por tus hijes, que son lo más importante en tu vida. Pero la vida sigue y vamos a disimular ese miedo cada vez que salgan a bailar, se vayan de viaje de egresades o de vacaciones, porque no podemos ni debemos transmitirles nuestros miedos. Son jóvenes y ya van a tener tiempo de sentir los suyos. Que ojalá, nunca pero nunca, sean este miedo.

domingo, 12 de abril de 2020

Ayer y hoy, no es no

• Ayer – Gracias a ustedes (por Patricia Rodolfo)

¿Qué es el feminismo? ¿Qué es ser feminista? Tengo 53 años, no sé qué responder, y no quiero caer en la defi­nición del diccionario o repetir lo que escucho por ahí.

Acercarme por primera vez a una reunión de mujeres, para hablar sobre feminismo y el cambio que está viviendo esta sociedad, donde las mujeres pueden decir NO y BASTA y empiezan a ser escuchadas, hace que me replantee gran parte de mi vida.

Escucho hablar a chicas, mujeres, de veintipico, treinta años y me doy cuenta que no sé nada, que viví mal, que muchas de las cosas que pasaban en mi casa o en la escuela no estaban bien.

Machismo, patriarcado, sororidad, feminismo, son palabras que no formaban parte de mi vocabulario y me escucho rara cuando las digo. Sé que esta sociedad es machista y fui educada en esta sociedad, donde te lastimaban, mucho, pero no lo podías decir porque si lo hacías, era tu culpa. Hoy formo parte de un espacio donde se puede hablar y ser escuchada.

Y como sé que me van a escuchar, quiero pedirles que si me expreso en forma inadecuada o digo algo que no está bien, me miren con una sonrisa y me digan que estoy equivocada; necesitamos ser solidarias y respetuosas entre nosotras, porque nosotras también podemos ser intimidantes y crueles.

A mí me resulta difícil encontrar con quién hablar sobre estos temas, escucho decir a hombres y mujeres que el feminismo es una moda, que ya se nos va a pasar. Por suerte hoy, gracias a ustedes, sé que no es así.

Como dije, tengo mucho que aprender, pero sobre todo tengo que aprender a vivir.


• Hoy – Siempre me dolieron (por Camila Sandoval)

Cuando digo siempre, me re­fiero a las incontables veces que la vi llegar a casa después de las seis, las siete, las ocho a seguir haciendo para que nosotres, sus hijes, pudiéramos comer, o ir al colegio como personas felices.

Ella no sabía vivir sin sufrir, porque atravesar el túnel que nos quema hasta la respiración cuando no hay certeza de que la bocanada de aire fresco vaya a encontrarnos al ­final, sí que es aterrador.

Siempre me dolieron.

Hablo sobre la cantidad de veces que la vi llorar, sin ganas, sin saber para dónde ni cómo, pero también de aquellas en las que estuvo en la tribuna esperando mi sonrisa. Todos los martes y jueves me enseñaba que la alegría de alguien más puede salvarnos de los dolores de panza y los calambres a la madrugada, pero nunca de la honda tristeza por una vida entera sin decir.

Siempre me dolieron.

Incluso cuando la veía reír, porque temía que ese momento fuera demasiado corto para barrerle las angustias o demasiado largo para dejarle un vacío mucho más grande cuando se fuera del todo y volviera la soledad más mugrosa de todas las soledades: la que es en compañía.

Sus ojos siempre me dolieron.

Y no eran sólo los suyos. También eran los de mis amigas mientras me contaban cómo las habían manoseado en el subte o cuando recordaban con gracia el pasado que naturalizaron para sobrevivir. Eran los de la chica que me dijo que su papá le pegaba a ella y a su mamá y que lo único que quería era matarlo. También los de mi compañera periodista cuando me preguntaba cómo hacer para que los hombres de la redacción dejaran de acosarla. Eran los míos.

Mis ojos siempre me dolieron.

Pero ahora son miles. Millones de ojos que no pueden esperar ni un segundo más para que los entiendan sin que haga falta decir. Y entonces se amontonan cada vez más, y fruncen el ceño, y lloran, y se achinan, y se llenan de glitter. Porque ese brillo colorido tiene el poder de devolvernos la alegría y la ternura que siempre nos robaron. Hoy pienso que la revolución en la que creo no es sólo desde acá y hacia adelante. También es para atrás. Y por eso no hago más que leer sus enojos, sus ataques de llanto, sus vergüenzas más profundas, sus sonrisas incómodas, su cuerpo dolorido, su tono de voz, su mirada perdida.


Es que hoy el feminismo para mí, es entender los ojos de mi mamá.

sábado, 11 de abril de 2020

¿Vos sabés quién fue Luciano Arruga?


Por Movimiento Etiopía

• Luciano Nahuel Arruga era un chico de 16 años que vivía en Lomas del Mirador. “Estaba por empezar la secundaria, trabajaba en una fábrica de fundición –contó su hermana,Vanesa Orieta–. Era de River y le gustaba Charly García. Cada tanto cartoneaba para tener algo más. La policía lo paraba acusándolo de robo, yo iba a buscarlo y les decía a los policías:  ‘¿Dónde está el móvil para robar, el carrito de cartoneo?’. Eran excusas para hostigar a chicos como él".

El 21 de septiembre de 2008, Luciano fue llevado al destacamento de Lomas del Mirador. “¡Vanesa, me están pegando!”, gritó mientras su hermana esperaba que lo liberaran. Cuando salió, señaló a uno de los golpeadores. Todos se negaron a dar sus nombres. “Acá no te hicimos nada, negrito de mierda, te vamos a llevar a Quintana para que te violen, o terminás en un zanjón”, lo amenazaron. En el policlínico de San Justo verificaron los golpes. En las semanas siguientes, volvieron a detenerlo varias veces en la calle.

El 31 de enero de 2009 fue la última vez que vieron a Luciano. Salió con sus amigos, a la noche, y no volvió más. Vanesa y la mamá de Luciano, Mónica, comenzaron a buscarlo desesperadamente, en comisarías y hospitales, desde la madrugada de aquella noche, y presentaron un hábeas corpus que fue rechazado. Uno de los primeros apoyos que recibieron en su búsqueda fue del Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y de la FUBA, que hicieron una marcha con pancartas con la cara de Luciano. Sin embargo, los medios de comunicación ignoraron la manifestación. “Buscamos a Luciano con la esperanza de que esté con vida, pero somos conscientes de que quizá ya no se apunte a eso”, asimilaba Vanesa en marzo de 2009.

En abril de 2009 se conocieron más datos: en las semanas anteriores, Luciano se había negado a robar para la policía. “Varios vecinos coinciden en que antes de que se lo llevaran en un patrullero, mi hermano le responde a un policía: ‘No, yo no voy a agarrar eso, eso no es mío’. Ahí lo golpean, se lo llevan y no se sabe más de él”, contaba Vanesa. Algunos de sus amigos confirmaron la extorsión policial. Tiempo después, su mamá afirmó que Luciano le había contado que un agente policial le había ofrecido que robara para él.

En 2011, el destacamento de Lomas del Mirador fue cerrado luego de múltiples pedidos de los Familiares y Amigos de Luciano. El espacio fue cedido para actividades culturales.

Los delitos en el caso de Luciano Arruga no se limitaron a su tortura, persecución y desaparición en 2009. El 3 de agosto de 2012, Mario, hermano de Luciano Arruga, caminaba por Lomas de Mirador. De un auto sin patente bajaron un policía uniformado y uno de civil. Lo pusieron contra la pared y lo increparon. Dos semanasantes, habían robado documentación sobre el caso que estaba en la Casa de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza. Se evidenciaba que la Policía intentaba eliminar pruebas de su participación en el hecho.

El 17 de octubre de 2014, cinco años y ocho meses después de su desaparición, el cuerpo de Luciano fue hallado. Fue el fruto de la lucha de sus familiares y amigos, y del habeas corpus presentado seis meses antes por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Luciano estaba enterrado como NN (persona con identidad desconocida) en el cementerio de la Chacarita. Eso de ninguna manera puso fin a la lucha: significó un nuevo impulso para seguir reclamando justicia y condena para los responsables de sus detenciones ilegales, torturas y desaparición.

El 15 de mayo de 2015, en fallo unánime, el Tribunal Oral Criminal 3 de La Matanza condenó a 10 años de prisión a Diego Torales, ex policía bonaerense, coautor penalmente responsable de torturas físicas y psicológicas a Luciano Arruga. Se confirmó un dato que casi tod@s sabíamos: a Luciano la Policía bonaerense lo detuvo ilegalmente y lo torturó cuando tenía 16 años. Entonces, en vez de cometer el error de pedir más policías, ¿por qué no nos unimos para exigir distribución de la riqueza, castigo a la corrupción política y policial, respeto a los derechos humanos y a las necesidades básicas de las personas? Abrazamos a los familiares y amigos de Luciano por marcarnos el camino con su valiente lucha.


• ¿Por qué abrazamos a Luciano?

Nació un 29 de febrero, pero anotaron “28”. Para que tuviera más cumpleaños, seguro. Para que supiera cuándo festejar. Pero no tuvo muchos cumpleaños: solamente 16. Porque, como era pobre, y morocho, y adolescente, y de un barrio del conurbano, y especialmente porque se negó a robar para la Policía, a Luciano lo detuvieron ilegalmente, lo torturaron, lo volvieron a secuestrar, lo mataron y desaparecieron su cuerpo durante 2085 días. Le quitaron todos los cumpleaños que le quedaban: el de 2009, el de 2010, el de 2011, el de 2012. El de cada año. En febrero, Luciano cumpliría años y se juntaría con sus amigos, escucharía a Charly García, leería a Julio Verne, habría cartoneado o, con un poco de suerte, sería parte de una cooperativa de trabajadores. Y lo que más duele: si Luciano sería un luchador más, uno de los mejores. Porque si a los 16 tuvo tantísimo coraje para enfrentarse al poder, a la represión, a la injusticia, hoy sería un orgullo para tod@s l@s que soñamos un mundo más justo. Luciano, de la forma que sea, te abrazamos con todo nuestro corazón.

viernes, 10 de abril de 2020

Mentiras sinceras


Ilustración de Andrey Bazilenko. Diseño de Fernando Delmonte. Textos de Albin Lainez, Luz Panizzi, Leandro Ramos y Martín Estévez.

• Deseo temerario (por Albin Lainez)




• La culpa la tiene la lluvia (por Luz Panizzi)

Tenés sueño pero te levantás. Agarrás paraguas pero igual te mojás. No sólo vos sino la mochila, la bolsa con la ropa y los zapatos. Corrés pero llegás tarde. Te olvidaste el saco: hace frío. Pasan algunas horas, desayunás y sigue lloviendo, pero te llega un poco de calma. Igual algo sigue molestando, algo te fastidia, algo te duele.
Eso que duele, siempre, es lo irreparable de un tiempo en particular: el inmediato. Pero el problema es otro: todos los tiempos, en cualquiera de sus formas y en todos sus contextos, absolutamente todos, son inmediatos. Y cuando dejan de ser, cuando se van y ya no vuelven y los vemos irse rápido, eso duele en la panza. No duele, es un agujero negro. Porque ya son las once y en tu cabeza revolotean deseos-quehaceres-distracciones-palabras-movimientos que podrías haber hecho y desde que te levantaste que nada.
No hiciste NADA.
Agujero que no se puede tapar.
Es mentira la medialuna o el mate para sacar la angustia, es mentira ese llamado de salvación rogando un poco de amor a mamá, a una amiga, a alguien.
Hay un solo rescate de verdad. Rescate que invita en todos los rincones, rescate un poco inevitable si andás con los ojos abiertos. Y digo abiertos en serio, abiertos a lo profundo. El rescate es la esperanza, la inabarcable pero necesaria esperanza de volver a creer, por un instante, que el tiempo inmediato, por ser inmediato, puede cambiarse.
Y sí, se puede, pero no hay que cerrar los ojos.


• La ilusión de languidecer por un amor imposible (por Leandro Ramos)

Haría lo imposible por un beso de Ayelén o, mejor dicho, haría el intento de lograr todo aquello que parece imposible. Por lograrlo cantaría una canción apasionada en la vía pública para demostrar que no tengo vergüenza; también aprendería a tocar la guitarra para que sepa que soy virtuoso; escribiría mil novelas de amor y odio para que lea mi poesía; me animaría a cruzar un gran lago nadando para que me crea esforzado; hasta iría a clases de salsa y tango para aprender a bailar y ser atractivo. Yo, Tomás, haría todo eso y más aún por conseguir un beso de ella. El cansancio eterno de un cuerpo por un segundo de verdadero amor.

No crean, sin embargo, que tengo miedo de que ese beso jamás exista porque es seguro que ella no me quiere y, además, porque es algo que siempre me faltó. No puedo temer la falta del amor de Ayelén porque con su ausencia he vivido ya toda mi vida. Por el contrario, en mi esfuerzo de joven enamorado late el miedo constante de que repentinamente Ayelén me entregue su corazón entero. Sí, escucharon bien, mi único miedo es que ella me ame tanto como yo a ella. Que lo haga en un futuro o que ya me esté amando sin que yo lo sospeche. Si así fuera, si ella me amara de un día para el otro, nada de todo lo que yo podría intentar para concretar una fantasía imposible se llevaría a cabo. Ningún lago sería cruzado con mi esfuerzo, ningún instrumento sería templado por mis manos, ninguna historia sería escrita y jamás me esforzaría por ser el hombre más atractivo. Si tuviera su amor nada de esto sería necesario y sólo me dejaría estar en el confort de su corazón.

Ayelén, espero prestes a mis esfuerzos la atención que se merecen, pero bajo ninguna condición me des tu corazón completo. No me es necesario. Me alcanza con tu boca en un beso solitario para sostener la motivación de superar mis posibilidades con mil proezas heroicas. Es que detrás de todo esto hay una oscura verdad y es que, al igual que el más breve beso que podrías regalarme, tu amor eterno es también pasajero. Prefiero que me dejes languidecer en la ilusión de tenerte, que te niegues y, de esta forma, vivir en el intento valeroso de lograr mi versión más digna de tu más preciado amor.


• Historias de sueños (por Martín Estévez)

I) Desde chico, Bruno Loscri sufría una pesadilla recurrente: una cálida reunión familiar era interrumpida por una viejita que repartía paquetes. Todos recibían hermosos obsequios, hasta que llegaba el turno de su madre. Cuando ella abría el regalo, sufría una terrible descarga eléctrica y moría instantáneamente. Bruno miraba a la vieja y en su lugar estaba el demonio.

La pesadilla se repitió durante años. Apenas comenzaba, Bruno sabía lo que iba a pasar pero el pánico lo inmovilizaba. Miraba desesperado a sus familiares y nadie parecía advertir el repetido final: la violenta muerte de su madre.

Cuando Bruno conoció a Verónica, se enamoró de ella y comenzaron a dormir juntos. Verónica descubrió muchas veces a Bruno sobresaltado, agitado, con miedo a dormir. Él le contó la verdad con miedo a ser humillado; ella le acarició la cara con sus manos chiquitas y le dijo:

–La próxima vez, buscame entre tu familia. Aunque vos no te puedas mover, yo le voy a pegar una trompada a esa vieja y no te va a molestar nunca más.

Bruno sonrió. Casi deseó tener aquel sueño, pero nunca volvió a soñarlo. Tal vez saber la solución eliminó automáticamente el problema. O tal vez olvidó, porque a veces olvidamos nuestros sueños, una batalla épica en la que Verónica y él derrotaron al demonio y fueron felices para siempre.

II) Lautaro Paz y Agustín Naranjo discutían desaforados. A Lautaro le habían dicho que en los sueños es imposible leer. Que la parte del cerebro capaz de reconocer letras no funciona mientras dormimos. Agustín aseguraba haber leído decenas de veces mientras soñaba. Como ocurría cada vez que un conflicto no encontraba solución, consultaron a Ungenio Ramírez.

Ungenio, que cuando soñaba sabía que soñaba, les pidió una noche para develar el misterio. Y lo hizo: descubrió que, efectivamente, en los sueños no podemos leer, pero que a veces tenemos la sensación de estar leyendo porque visualizamos imágenes, colores o escenas que nos remiten a un texto. “Si vemos un logo similar al de Coca-Cola, creeremos leer Coca-Cola aunque sólo veamos borrosas manchas –explicó Ungenio-. Es como el amor: aquellos que lo vimos alguna vez creemos verlo en todos lados, aunque sólo veamos borrosas manchas”.

III) Henry es un empresario inescrupuloso que gana dinero aprovechándose de los más débiles. Pero esta noche sueña que es un obrero que lucha por sacar adelante a su familia y se une a otros, a los que llama compañeros, para transformar una realidad que los oprime. En el sueño, ama y es amado, sufre y es feliz, participa de gestas colectivas que le ponen la piel de gallina. Henry despierta bruscamente, transpirado, y sólo se calma cuando ve el vaso de whisky y, durmiendo a su lado, a una mujer que no lo ama.