Tilcara (texto de Diego Borello)
Entre ajenos y propios, nuevos conocidos, viejos extraños. Con nuevas
ideas, regadas por el Sol y la emoción del nuevo pueblo, alimentadas por el
imponente marco oscuro de la quebrada y sus cerros. Así camino: conociendo,
creciendo, queriendo, pidiendo(me) cambiar.
Me envuelven o abrazan, no logro discernir, brazos verdes de molle y
cardón con fuerza de piedra, pero con la calidez que da de matices el color.Me
piden que abandone por unos días el mal sentir y, acompañándome, una voz
cristalina parece decir: “Para lograr nacer al nuevo ser soltá un rato al
mundo, al dolor, al miedo y al amor’’.
Por el sendero voy, mientras todo comienza a apagarse con la caída del
Sol.
Ustedes (texto de Diego Borello)
Un extremo y otro: naturaleza y ocio contra cemento, dolor y odio.
Conocer, mano a mano con el padecer.
Hoy toca desandar, recorrer, volver para pelear, para armar y desarmar,
para ser, para terminar lo que empecé.
Ahora mismo pienso: ¿vale la pena volver ? Y nace un claro pensamiento,
un principio de respuesta.
Pienso en volver a pelear por ustedes, con ustedes, como me enseñaron,
para desarmar y armar algo mejor, para ser, todavía no sé bien cómo, pero ser
con ustedes. Porque parte de lo que soy se los debo. Las cosas que empecé
fueron guiadas y motivadas por sus memorias, historias y consejos, por su
amistad, sus costados oscuros y complejos. Ustedes, personas que tanto quiero,
por ustedes vale la pena sufrir, sentir, llorar, por ustedes es por lo único
que puedo reír. Por ustedes vuelvo.
El miedo (texto de Patricia Rodolfo)
Todes (pequeñes, jóvenes, adultes, adultes mayores, todes) en algún
momento sentimos miedo. Yo, en este mismo momento, siento miedo.
Acabo de leer un texto de Pablo Neruda y no quiero morirme lentamente
por no haber cambiado mis hábitos, por no vestirme con colores nuevos, por no
ir detrás de mis sueños, por no viajar, por no escuchar música, tengo miedo de
morirme lentamente por no haberme arriesgado.
Todes sentimos miedo a que nos dejen solos, a la oscuridad, a los
monstruos que están debajo de la cama, a caernos cuando aprendemos a andar en
bicicleta, a que nos vaya mal en un examen, a no pasar de año, a que el chique
que nos gusta ni siquiera nos mire, a no conseguir trabajo, a perder el
trabajo, a no ser capaces de formar una familia, a no mantener unida a la
familia, a equivocarnos, a fracasar. Son tantos los miedos que enfrentamos en
nuestras vidas que sería imposible enumerarlos.
Si quedamos embarazadas, ni les cuento. Necesitaría hojas y hojas para
escribir los miedos que sentimos: a que no nazca, no tenga dos ojitos, nariz,
boca, dos brazos, dos piernas, diez deditos, ¡por favor contale los deditos
cuando nazca!, y así miles. Creo que las mamás nunca dejamos de sentir miedo
por nuestres hijes sin importar la edad que tengan. Supongo que a los papás les
pasará algo parecido. Pero hay miedos y miedos.
Un día te llaman por teléfono y el peor de los miedos, el que esperabas
que nunca se hiciera realidad, te alcanza: tu hermano tuvo un accidente. Ya no
va a pasar a visitarte por el trabajo, no se va a casar al día siguiente y
todos los planes que habían hecho se desvanecen. En ese momento, cuando el
dolor no te deja respirar, tu vida cambia para siempre.
Después de eso, ¿cómo seguir viviendo sin tener miedo por todas las
personas que querés? Por tus hijes, que son lo más importante en tu vida. Pero
la vida sigue y vamos a disimular ese miedo cada vez que salgan a bailar, se
vayan de viaje de egresades o de vacaciones, porque no podemos ni debemos
transmitirles nuestros miedos. Son jóvenes y ya van a tener tiempo de sentir
los suyos. Que ojalá, nunca pero nunca, sean este miedo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario